jueves, 11 de septiembre de 2014

Sin paraguas un día de tarde de lluvia






Parece que oscurece cuando las cosas no acompañan pero aquel día no solo fue un día oscuro y nublado...

Fue un día con tarde de lluvia.


Y llegó ese día.


Habíamos pasado, ya, muchos días tormentosos pero siempre volvíamos.


Ya todo era un presagio, ese domingo ya me levanté tarde y mal, era oscuro y para mí no había salido el sol.


Pero la tormenta de ira contenida estalló aquella misma tarde: relámpagos de reproches y recriminaciones era el presagio de una semana de emociones contenidas.


Tú el trueno y yo la lluvia.


Entonces nos entremezclamos en una dura batalla y abrimos el paraguas para que nos protegera del mal tiempo, del nuestro y del meteorológico. Lo compartíamos.


Rompiste el paraguas y yo resulté malherida.


Era mi paraguas, mi favorito y tú lo sabías.


No es que fuera nada del otro mundo pero me gustaba su color verde azulado y su palo de madera. Tenía su encanto, me recordaba a aquellos paraguas de época.


El palo estaba partido y las varas rotas. Lo recogí del suelo, cogí las dos partes y corrí a casa mientras gritabas detrás de mí.


Entonces traté de arreglarlo y puse todo mi empeño creyendo que si lo arreglaba lograría repararme a mi misma.


Arreglé el paraguas y ese mismo día aprendí que la fuerza y el amor está dentro de un@ mismo, buscarlo fuera es estar vací@ por dentro  y fue así entonces como recuperé mi paraguas para los próximos días de tarde de lluvia.


1 comentario:

  1. A veces te cansas de que siempre te rompan los paraguas, y al final te acabas comprando un sombrerito de fieltro.

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